miércoles, 9 de diciembre de 2009

El diputado Kirchner ordenó romper acuerdos que habían costado varios días, no pudo

Por Joaquín Morales Solá

Felipe Solá espera a Eduardo Duhalde para proponerle unificar los fragmentados bloques del peronismo disidente en Diputados. Oscar Aguad trabaja un acuerdo rápido entre los opositores para definir las comisiones bicamerales de control del Gobierno. "La oposición tiene que volver rápidamente al espíritu del jueves último", dijo el jefe del bloque radical.
Tres conclusiones son fácilmente perceptibles. La primera de ellas (y quizás la más importante) es que los dirigentes argentinos regresaron, después de mucho tiempo, al más elemental ejercicio de la política, que consiste en conversar. Sin embargo, el encierro de la política en compartimentos infranqueables se dio sobre todo durante las dos administraciones Kirchner.

Las pasadas elecciones de junio crearon un damero parlamentario que obliga a oficialistas y opositores a una negociación constante. Obliga, incluso, al Gobierno. El oficialismo quiso huir de esa encerrona el jueves pasado, cuando el diputado Kirchner ordenó romper acuerdos que habían costado varios días. No pudo; corría el riesgo de que la oposición barriera al kirchnerismo de los puestos clave en Diputados. En las últimas horas, el presidente de esa cámara, Eduardo Fellner, les hizo llegar a los principales líderes opositores la propuesta de una negociación para fijar nuevas reglas de juego.

"No podemos estar en guerra permanente", les deslizó Fellner. Todos suponen que Fellner no actúa solo y que cuenta, por lo tanto, con la autorización de Kirchner. Es probable que sea así. Pero ¿qué garantías de perseverancia ofrece el ex presidente? ¿Acaso no fue él quien autorizó las negociaciones y los acuerdos de la semana pasada y luego los rompió? La relación del oficialismo con la oposición caminará siempre por ese camino receloso y prevenido, porque todos (y Kirchner es el primero) están aprendiendo a cohabitar en el poder.



La segunda conclusión es que hay una diferencia visible entre la reunificación radical y la atomización del peronismo federal. "Los radicales tienen más vocación de poder que nosotros", señaló ayer Felipe Solá en el programa periodístico "Le doy mi palabra". Llegó a ese resumen cuando descubrió por qué los radicales tienen un numeroso bloque de 44 diputados. Sucedió que el viejo cobismo volvió al tronco partidario.

El peronismo federal tiene un bloque de 29 diputados liderados por Solá, pero hay otros: seis diputados que responden a la diputada Graciela Camaño; dos que lidera el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y dos monobloques del peronismo salteño.

Solá cree que detrás de tal fragmentación está Duhalde, ya sea por acción o por omisión. Está elaborando un plan para proponerle al ex presidente que dentro de un año decidan las candidaturas presidenciales del peronismo no kirchnerista mediante un sistema de cotejo de encuestas. Le pedirá a cambio que contribuya a reunificar el peronismo disidente entre los diputados.


El no peronismo cuenta, en cambio, con liderazgos fuertes, como los de Julio Cobos, Carrió y el propio Sanz. "Cobos debe entender que el enemigo es Kirchner, no yo", dispara Carrió. Sin embargo, la líder opositora invitó al diálogo permanente a Aguad (con el que tuvo un fuerte roce en la reunión del jueves pasado), a Solá y al propio Gobierno. El problema más inminente que ven ellos es el de un Poder Ejecutivo vetando a diestra y siniestra todo lo que decida el Congreso. Incluida Carrió, todos quieren evitar una situación de enorme crisis institucional, política y social.

La tercera conclusión es que inmediatamente después del triunfo parlamentario opositor del jueves pasado, la conquista del poder parecía estar para los líderes no kirchneristas a la vuelta de la próxima esquina. Los opositores han establecido en las últimas horas que una tarea pendiente es la conformación de las comisiones bicamerales, que son las de control del Gobierno. Una de ellas es la que supervisa los decretos de necesidad y urgencia. Esa comisión está en condiciones de rechazar o de aprobar tales decretos; es decir, puede convertirlos en papel mojado.

La oposición sostiene que la integración de esa comisión concluirá el 10 de diciembre y que deberá nombrarse otra que respete la actual relación de fuerzas parlamentaria. El oficialismo se resiste, porque quiere preservar su actual mayoría en esa comisión.

Esas son las cosas que frenan en seco los recreos internistas de los opositores y los devuelven frente al espectro de Kirchner.

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